SERIE POESIA
Leyenda del Pudú de la Cordillera de Nahuelbuta. María vega.
(A Claudio Muñoz y Familia)
“Vivía a orillas del lago Lanalhue una comunidad de pacíficos mapuches, parientes de los lafkenches de Amucha y que subsistían de la pesca y de los frutos que daba Tierra. Otras comunidades, como los de Tucapel y Tirúa los respetaban y protegían porque eran los encargados de ayudar a las almas a pasar desde Lanalhue hasta la isla Mocha, el lugar de paso de las almas para llegar al Kulchenmayeu.
Cuando aparecieron los conquistadores se acabó la paz de estas hermosas familias lacustres; entonces las madres acudieron donde la más respetada y anciana lanpu domo para que las aconsejara. La diez veces madre y veinte veces abuela miró la laguna y el monte, cantó una rogativa a Shompalhue, el dios de las aguas y entonces la diez veces madre y veinte veces abuela habló y actuó: dio a la hermosa y núbil Pilmaikén una pifilka, hizo que los niños y niñas fueran cubiertos con abrigados pontros del color de la tierra y los despidió para que se ocultaran en el monte hasta que pasara el peligro. La triste melodía de la pifilka se hizo despedida y las amantes madres, entre el miedo y la esperanza les rogaron a sus hijos que fueran obedientes y silenciosos.
Poco a poco el sonido de la pifilka de Pilmaikén se perdió en los montes de Nahuelbuta. La wiña y el pangui siempre atentos, acechaban; pero la pifilka los espantaba y se resignaron manteniéndose alejados de tan agudo sonido para sus sensibles oídos.Cuando aparecieron los nuevos cruzados, la comunidad fue destruida y despojada de sus tierras, los pocos hombres que quedaron fueron entregados en encomiendas y los que lograron huir se unieron a sus primos de Tucapel y se hicieron guerreros. Cuando pasó una luna y otra luna, Pilmaikén dejó su tesoro en la cordillera y bajó a la ribera de la laguna, al ver que su comunidad ya no existía, rogó a los espíritus de la montaña para que protegieran a los niños, y a ella le dieran sabiduría para actuar. Entonces en gran Nguenechén, apiadado y admirado del actuar de la muchacha, la convirtió en golondrina y a los niños y niñas los envolvió para siempre en sus pontros color tierra y los convirtió en pequeños venados silenciosos y tímidos. Desde entonces, la cordillera de Nahuelbuta alberga manadas de pudúes que viven en lo más espeso del bosque y que son guiados por golondrinas, cuyos agudos cantos ahuyentan a los depredadores”.
María Inés Vega Sanhueza . Nacimiento. VII región del Bío Bío. Profesora de lengua castellana y Comunicación.